LA MEMORIA: INGREDIENTE PRINCIPAL DE LA NO REPETICIÓN

Voluntarios de la Universidad de Málaga que trabajan durante julio y agosto junto al Colectivo OFB visitan el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá
Ago 10 de 2022

Por Melchor Villalba Lechuga - @melchorvl10

“La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a este artificio, logramos sobrellevar el pasado” Así expresaba Gabriel García Márquez su concepto de memoria en su libro El amor en los tiempos del cólera. Digamos que la memoria es aquello que todos y todas necesitamos para que la no repetición sea posible y pueda convertirse en un sueño hecho realidad. Y de ello se encargan, día tras día, los trabajadores/as del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, un lugar situado junto al cementerio central de la ciudad. Voluntarios pertenecientes a un proyecto de Cooperación Internacional de la Universidad de Málaga (España) que desarrollan en el Colectivo Sociojurídico Orlando Fals Borda visitaron el pasado 3 de agosto las instalaciones de este lugar.

En tiempos pasados, la división de este cementerio central se configuraba de la siguiente manera: el globo A era reservado para aquellos adinerados y representantes del Estado, y el globo B y C, para el resto. Sin embargo, con el paso del tiempo esto cambió, convirtiéndose en un lugar de iguales donde todos pueden inhumarse, y el que además se encuentra decorado con serigrafías de la artista plástica colombiana Beatriz González que representan a personas cargando muertos, a quienes se les llamó como “los cargadores de la muerte”.  

El camino para que este centro se convirtiera en un lugar de memoria histórica de Colombia no fue fácil. No fue hasta 2008 cuando, después de una fuerte lucha por parte de las organizaciones de Derechos Humanos, la creación de este centro se recogía en los presupuestos general del Estado y se comenzaba a pensar la ubicación entre tres puntos diferentes de Bogotá: la Plaza de las Nieves, la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús – Voto Nacional y el Cementerio Central de Bogotá, siendo este finalmente el elegido. Cuando todo parecía ir bien y cuando la lucha por la paz se asignaba una victoria, “la memoria fue motivo de disputas”: el exalcalde de la capital Enrique Peñalosa Londoño consideró la idea de tumbar este edificio y crear una cancha deportiva. Sin embargo, el peso social y las organizaciones de Derechos Humanos consiguieron eliminar cualquier intento de derrumbe. 

La obra, asignada al arquitecto Juan Pablo Ortiz, quien compitió junto a 41 propuestas de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, proyecta un edificio en forma de cruz donde se encuentran los cuatro elementos de la tierra: el agua, representada a través de unos estanques situados en la planta superior del edificio; el fuego, visible a través de rayos de luz debido a las 100 ventanas que enmarcan su edificación; la tierra, enterrada en las paredes y procedente de diferentes regiones colombianas afectadas por el conflicto, y el aire, hecho que se consiguió con la construcción en forma de cruz y por crear entradas y salidas en los cuatro costados. Sin embargo, desde el centro de memoria expresan que el lugar no está cuidado como se merece y que la inversión no llega lo suficiente, lo que provoca que haya lugares, como el globo A, que se han convertido en no visitables. Aun así, la construcción de este edificio aguarda una enorme simbología que se consiguió al hacer que las víctimas fueran partícipes directas de la planificación y edificación de este centro de memoria. 

La exposición transcurría, ahora de una forma más audiovisual, pero todo girando al mismo eje: la memoria como ingrediente principal de la no repetición. Un eje cronológico de gran tamaño, creado por la Comisión de la Verdad, marca los hitos históricos que han dado lugar al conflicto colombiano, sus representantes y el número de fallecidos, entre otros. Asimismo, el centro acoge exposiciones temporales que hacen recordar al visitante que hay personas que no están y que fueron destacables en lo suyo: así, se recuerda a Jaime Garzón, periodista, político, activista y mediador de paz colombiano asesinado en agosto de 1999 en Bogotá; Jorge Eliécer Gaitán, político colombiano también asesinado, así como otros hechos de conflicto que tuvieron lugar en la nación. 

Dos alcaravanes revoloteaban sutilmente por las inmediaciones ajardinadas de la planta superior, donde cartas encontradas de víctimas de detención y desaparición forzada aparecen expuestas en unas vallas de cristal, relatando los momentos más dolorosos o aquellas palabras que las víctimas no pudieron decir a sus familiares o a sus amistades más cercanas. 

Paz, tranquilidad, no a la guerra y la no repetición. Palabras que, sin cesar, se repiten a cada momento en este país necesitaban un lugar donde escribirse en las paredes del silencio. Un lugar único donde la memoria y el recuerdo se amalgaman en forma de homenaje a todos los que ya no están. 

“El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla”